lunes, octubre 03, 2005

Belem y sus pasteles

Para llegar hasta esta zona de Lisboa no hay mejor forma y más romántica de hacerlo que tomar un tranvía. El problema es si es día turístico ya que seguro que vayas aplastado porque su capacidad es infinita. Los conductores de tan singular aparato dejan entrar una cantidad imposible de personas, siendo el límite 20 sentados y 38 de pie. Ahora bien, si el espacio que ocupan los asientos es el doble que el del pasillo, y la capacidad el pasillo es el doble que la de los asientos, dónde demonios se coloca la gente. Fácil respuesta, unos encima de otros y como dispuestos a bailar Kizomba, un baile típico de Cabo Verde, creo, que se baila muy, pero que muy pegadito.
El tranvía 15, se puede tomar en Casi do Sodré y te lleva directo hasta el Mosterio dos Jerónimos.

Comenzamos la visita con este edificio exponente del arte Manuelino. Y qué es el arte Manuelino pues podría compararse con el Isabelino español, o el gótico flamígero pero aún más recargado. Se dio sobre todo durante la época imperialista de Portugal, en el reinado de Manuel I, de ahí el nombre, y basa su decoración sobre todo en motivos marineros, conchas, aparejos marineros varios e incluso nudos de cuerdas que se enroscan por las columnas y fachadas. Fue en su mayoría un estilo arquitectónico, pero también estuvo representado en otras áreas como la escultura y decoración.

Tras la lección de historia del arte pasamos a lo meramente turístico. En él se encuentra el claustro gótico con decoración renacentista; las fotos quedarían bastante bonitas si no fuera por la cantidad, otra vez, de turistas que llega a albergar. Las formas representan las olas del mar, y todo está decorado con motivos marineros, esto se lo oí a una guía española que llevaba un grupo del IMSERSO sevillano.

En el ala este, se encuentra el museo Arqueológico de la ciudad. Lo que más me ha gustado como siempre, la exposición de Egipto, aunque en realidad no tiene mucho material, cualquier pieza que sigo viendo de esta cultura me sigue fascinando. También se encuentra el tesoro nacional, ya quisiera yo poder llevar esos pulserones, y collares de oro macizo… Y restos de una villa romana hallada en Cascais, más de lo mismo.

El interior de la iglesia, unas vidrieras horrorosas dejan pasar tímidamente la luz para iluminar las tumbas de dos insignes del país luso, Luis de Camões y Vasco de Gama. La bóveda no tiene ningún punto de apoyo, todo se sostiene gracias al entramado, las columnas están muy recargadas, empieza a no gustarme el estilo Manuelino, no puedo sacar el flash para hacer fotos y todas me quedan muy borrosas u oscuras.


Si nos dirigimos a la orilla del río, nos encontramos con el Padrão dos Descubrimentos, un tocho de hormigón adornado con estatuas de insignes viajeros. Tiene un mirador, según dicen espectacular, pero con mi vértigo me es imposible subir. Nos dirigimos hacia el oeste, rumbo a la Torre de Belem, quizá unos de las edificaciones más conocidas de Lisboa. La marea ha subido, lo cual me hace pensar en los ríos hay mareas, supongo que sí, y esta se encuentra totalmente rodeada de agua. Nos dirigimos por la pasarela al interior. Tras un ascenso por unas escaleras bastante angostas y retorcidas subimos a la torre de vigilancia. Unas fotos bonitas, y vuelta para abajo. Nos vamos y me doy cuenta que no hemos visto el rinoceronte. Más o menos es como la rana de Salamanca pero sin ninguna leyenda, sólo que fue el primer rinoceronte de piedra que se esculpió en Europa y está basado en unos dibujos de Alberto Durero.

Ahora viene la parte como dirían los brasileiros, gostosa. En la calle Belem, está la Pastelaria Belem. Me habían hablado de los pasteles de nata de este emblemático lugar, si no has comido un pastel de este lugar, no has comido ninguno nunca. Dos para comer, recién hechos, un poquito de canela y otro poquito de azúcar glasé. Lo tomo, está calentito, y el hojaldre del exterior crujiente. Lo olfateo, un olor a vainilla y canela me hacen olvidarme del oído y la vista y me elevan a las nubes. Lo muerdo… orgasmo… si se viene a Lisboa, en mi opinión, hay que tomarse un pastel de nata de Pastelaria Belem, si no, no se conoce Lisboa. São os melhores pasteis que provei, de comer e chorar por mais.

6 Comments:

At 1:24 p. m., Blogger Soliloco said...

Pero tu te puedes creer que es sano leer acerca desos pasteles a esta hora?!?!?

Que morro de hambre!!!

Jo que bonito todo, y la verdad es que el Manuelino es un poco de lo peor....


Me llevaras a comer pasteles cuando vaya?

 
At 1:45 p. m., Blogger Moklán said...

Soliloco: el manuelino está por todas partes, me persigue!!

Jejeje, pero que buenos los pasteles de nata, te haré un tour para que pruebes en varios sitios y después... jejejje. A Belem para que acabes de morrer!!

 
At 5:20 p. m., Blogger Diego Bériot said...

:))))

Yo tb quiero pasteis si voy por allí, eh???

Sigue así... me gusta este tono de cuaderno de viajes...

 
At 1:32 p. m., Blogger Moklán said...

Diego bériot: Millones de pasteles en cualquier momento. Jejejje. A ver lo que se puede hacer con lo del cuaderno de viajes. Estuve en Alfama también pero no me llevé la cámara, lo cual fue una pena porque vimos cosas muy bonitas y curiosas.

 
At 2:59 p. m., Blogger El Mostro said...

¿Mosterio dos Jerónimos?

 
At 1:18 a. m., Anonymous Anónimo said...

solo una cosa la kizomba es angoleña no cabo verdiana parece mentira que estuviste en portugal

 

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