jueves, octubre 27, 2005

FADO

Días grises en Lisboa, la lluvia hizo acto de presencia.
Comienza la Lisboa romántica, de lluvia, los paraguas, castañas asadas...
Cada vez me gusta más pasear y perderme entre las callejuelas empinadas.
Se oye al fondo un fado, es la diosa del canto. Orgullo de los lusos, y ahora una voz de la que no me olvidaré fácilmente.

Lisboa Antiga, Amália Rodrigues.

Lisboa, velha cidade,
Cheia de encanto e beleza!
Sempre a sorrir tão formosa,
e no vestir sempre airosa.
O branco véu da saudade
cobre o teu rostro linda princesa!

Olhai, senhores, esta Lisboa d'outras eras,
dos cinco réis, das esperas e das toiradas reais!
Das festas, das seculares procissões,
dos populares pregões matinais que já não voltam mais!

lunes, octubre 17, 2005

El 28

En nuestra aventura de hoy nos dirigimos hacia Alfama, el barrio más chabacano y sin glamour de toda Lisboa. Pero oye, que a mi me encanta, tiene algo especial eso de perderte por callejuelas súper empinadas, súper estrechas y con un olor que a veces te hace pensarte unas cuantas veces el por qué de la visita. Ya se que esto no es Serrano, ni el Passeig de Graça, pero bueno en la guía, y yo confío mucho en la mía ¿quién si no te hace sentirte como un mero turista?, pone que es visita obligada para ver la Lisboa más rural o incluso bohemia.
Uno como se quiere sentir proletario decide que tiene que coger el mítico tranvía 28, que te lleva desde la Praça de Rossio hasta el Castelo de São Jorge, pero el problema es que como siempre he tenido chóferes siempre me hago lío con el transporte urbano. Y como todavía no me he hecho la tarjeta de transportes, pues decido seguir los raíles de dicho invento y así hacer ejercicio. Primera parada para tomar fotografías, la Sé, o sea Catedral. Deja vú, me parece que la he visto en algún anuncio de coches en la televisión si no, no me lo puedo explicar. La verdad es que la fachada es bastante bonita, no tiene la grandiosidad del Gótico Flamígero (que me gusta esta palabra), pero es muy fotogénica. El resto de la Sé no merece mucho la pena porque, como casi toda Lisboa, fue destruida hace 250 años en un terremoto que asoló la ciudad.
Seguimos subiendo por unas calles muy empinadas, ahora empiezo a pensar porque no habré cogido el dicho tranvía, no tiene por qué ser tan difícil, menuda sudada. Aunque pronto llegamos a uno de los muchos miradores de Lisboa, Miradouro de Santa Luzia. Qué vista tan linda, este te permite hacer fotos de los tejados de Alfama, el Tajo, un puerto industrial y a lo lejos se divisa nuestra meta, el Panteón Nacional. Rápidamente nos marchamos de allí porque comienzan a llegar miles de turistas que se bajan del dichoso 28 para hacer sus fotos de postal.
Continuamos con la Ascensión, cual rey judío resucitado, y nos perdemos por las miles de mini callejuelas en las que está divido esta zona, niños jugando al balón, gente muy entrañable, gente más entrañable que tira sus cubos con ¿agua? a las alcantarillas, un olor no tan entrañable un hombre que de repente se saca su aparato mingitorio en frente de nosotros y se pone a mear allí… pero que alfacinha (Lisboeta) me hace sentir pasear por estos barrios.
Y como es sábado junto al campo de Santa Clara se monta una especie de rastro conocido como A feria de Ladra. Todo lleno de artilugios robados, inservibles, viejos, porno cutre… etc. Y al ladito ya está el Panteón Nacional. No sé que tendrá de interesante ver tumbas, o en su defecto cenotafios de gente ilustre que ni conozco, pero ya he ido dos veces. Bueno conozco a Amália Rodrigues, la fadista más grande. Y es que mis vecinos de abajo, me machacan cada mañana de resaca con fados y música tradicional portuguesa. Creo que ya me sé todas las canciones del acervo popular luso, y ya he cantado alguna que otra en un karaoke hasta desgañitarme, Lisboaaaaaaaaa amada!! Lisboaaaaaaaaa feridaaaaaaa!!
El Panteón tiene arriba un mirador bastante bonito, desde el que se puede contemplar el conocido Mar de Palha (mar de paja) que forma el Tajo antes de desembocar en el océano y el barrio de Alfama.
Al fin cogidos el dichoso 28 hasta Largo Camões, al ladito de mi casa.

martes, octubre 04, 2005

El factor G

Nunca he entendido por qué en el país con más sol de Europa, la gente es tan gris. Somos tímidos y desconfiados y sobre todo no encajamos bien los cambios, como si fueran augurios de grandes catástrofes. Una de mis zonas preferidas de Lisboa es Chiado, a la que llamé en mi última novela “la ciudad de los gays”. Me cruzo con decenas, solos, en pareja o en grupo ya que es una zona donde se siente a gusto. Por desgracia no pueden pasear por otros sitios ya que corren el riesgo de ser despreciados, insultados o incluso agredidos por los heterosexuales nacionales, tan machitos como homófonos.
La cadena SIC, emite los domingos por la noche un audaz programa de entretenimiento que contradice el statu quo, O Esquadrão G, en el que cuatro desinhibidos homosexuales ayudan a un hombre hetero a ser más interesante, refinado, culto, chic y estar más guapo. Y la verdad es que las novias o mujeres de estas cobayas quedan contentas con el trabajo. Veo el programa, con momentos mejores o peores, como un reflejo de la evolución de la sociedad portuguesa hacia el buen camino. Después del Esquadrão G los gays ya no serán vistos como travestís decadentes con el rimel corrido que imitan haciendo playback a Gloria Gaynnor o el homosexual que está dentro del armario, padre de familia y con una doble vida.
La asunción de la homosexualidad en cuanto a característica de un individuo va hacer más fácil la aceptación de los gays por la sociedad portuguesa. Y las personas que todavía no saben cual es la diferencia entre una maricona loca o un hombre normal, que apenas se diferencia en la atracción sexual por otros hombres, tienen ahora la oportunidad de darse cuenta que la homosexualidad siempre ha existido, no es ninguna enfermedad ni ninguna desviación, tan solo una de las muchas facetas de la condición humana.
O Esquadrão G ha tenido mayor aceptación en los países anglosajones que en los latinos, fácilmente explicable por la pesada herencia cultural del famoso macho latino. En algunas zonas de Portugal aún se dice que las mujeres prefieren a los hombres feos, malos y que huelan a caballo. Feos porque la belleza y fragilidad todavía son rasgos femeninos, malos porque les gusta demostrar que son ellos los que mandan y que huelan a caballo porque somos campesinos y paletos. Pero son los hombres los que dicen que las mujeres quieren eso. Si les preguntasen a ellas, tal vez les disgustaría la respuesta.
No tengo ningún problema en afirmar que cuento entre mis mejores amigos homosexuales a los hombres más guapos, brillantes e inteligentes que conozco. Falta a muchos hombres y algunas mujeres comprender que la libertad individual está por encima de las convenciones sociales. Si queremos ser un país libre y democrático, debemos de aceptar los cambios y la diferencia como un paso adelante, combatiendo la tendencia hipócrita nacional de criticar todo lo que es nuevo, solo porque no entendemos bien lo que es. Enhorabuena a la cadena SIC y a los cinco hombres que aceptaron esta responsabilidad, Pedro Piteira, João Ribeiro, Pedro Crispim, Oscar Reis y Jorge Correia de Campos.
Margarida Rebelo Pinto, escritora.


Leyendo el Metro me he encontrado con este artículo que me ha sorprendido. Cuando en España se estrenó el Equipo G, las asociaciones de gays y lesbianas se pusieron en contra del programa aduciendo que fomentaba los tópicos sobre la comunidad homosexual. Pero en este caso, y en este país se ve como una forma de avance en los derechos de los homosexuales, una forma de abrir la mente a la gente y que no tenga miedo a los cambios. Mi pregunta es, ¿realmente hay tanta diferencia entre la comunidad gay de España y la de Portugal? Que se lo digan al pobre gay que vive en provincias o en un pueblo y no puede expresarse como a él le gustaría. Y yo de esto sé mucho. El caso es que la mayoría de asociaciones “con Poder” se encuentran en Madrid y Barcelona por lo que no conocen realmente los verdaderos problemas fuera de los “ghettos”. Con el matrimonio no está todo conseguido, la sociedad tiene que cambiar, y eso no es cuestión del colectivo, sino de todos.

Perdón por la traducción chapucera que he hecho, aún no estoy muy ducho con el portugués.

lunes, octubre 03, 2005

Belem y sus pasteles

Para llegar hasta esta zona de Lisboa no hay mejor forma y más romántica de hacerlo que tomar un tranvía. El problema es si es día turístico ya que seguro que vayas aplastado porque su capacidad es infinita. Los conductores de tan singular aparato dejan entrar una cantidad imposible de personas, siendo el límite 20 sentados y 38 de pie. Ahora bien, si el espacio que ocupan los asientos es el doble que el del pasillo, y la capacidad el pasillo es el doble que la de los asientos, dónde demonios se coloca la gente. Fácil respuesta, unos encima de otros y como dispuestos a bailar Kizomba, un baile típico de Cabo Verde, creo, que se baila muy, pero que muy pegadito.
El tranvía 15, se puede tomar en Casi do Sodré y te lleva directo hasta el Mosterio dos Jerónimos.

Comenzamos la visita con este edificio exponente del arte Manuelino. Y qué es el arte Manuelino pues podría compararse con el Isabelino español, o el gótico flamígero pero aún más recargado. Se dio sobre todo durante la época imperialista de Portugal, en el reinado de Manuel I, de ahí el nombre, y basa su decoración sobre todo en motivos marineros, conchas, aparejos marineros varios e incluso nudos de cuerdas que se enroscan por las columnas y fachadas. Fue en su mayoría un estilo arquitectónico, pero también estuvo representado en otras áreas como la escultura y decoración.

Tras la lección de historia del arte pasamos a lo meramente turístico. En él se encuentra el claustro gótico con decoración renacentista; las fotos quedarían bastante bonitas si no fuera por la cantidad, otra vez, de turistas que llega a albergar. Las formas representan las olas del mar, y todo está decorado con motivos marineros, esto se lo oí a una guía española que llevaba un grupo del IMSERSO sevillano.

En el ala este, se encuentra el museo Arqueológico de la ciudad. Lo que más me ha gustado como siempre, la exposición de Egipto, aunque en realidad no tiene mucho material, cualquier pieza que sigo viendo de esta cultura me sigue fascinando. También se encuentra el tesoro nacional, ya quisiera yo poder llevar esos pulserones, y collares de oro macizo… Y restos de una villa romana hallada en Cascais, más de lo mismo.

El interior de la iglesia, unas vidrieras horrorosas dejan pasar tímidamente la luz para iluminar las tumbas de dos insignes del país luso, Luis de Camões y Vasco de Gama. La bóveda no tiene ningún punto de apoyo, todo se sostiene gracias al entramado, las columnas están muy recargadas, empieza a no gustarme el estilo Manuelino, no puedo sacar el flash para hacer fotos y todas me quedan muy borrosas u oscuras.


Si nos dirigimos a la orilla del río, nos encontramos con el Padrão dos Descubrimentos, un tocho de hormigón adornado con estatuas de insignes viajeros. Tiene un mirador, según dicen espectacular, pero con mi vértigo me es imposible subir. Nos dirigimos hacia el oeste, rumbo a la Torre de Belem, quizá unos de las edificaciones más conocidas de Lisboa. La marea ha subido, lo cual me hace pensar en los ríos hay mareas, supongo que sí, y esta se encuentra totalmente rodeada de agua. Nos dirigimos por la pasarela al interior. Tras un ascenso por unas escaleras bastante angostas y retorcidas subimos a la torre de vigilancia. Unas fotos bonitas, y vuelta para abajo. Nos vamos y me doy cuenta que no hemos visto el rinoceronte. Más o menos es como la rana de Salamanca pero sin ninguna leyenda, sólo que fue el primer rinoceronte de piedra que se esculpió en Europa y está basado en unos dibujos de Alberto Durero.

Ahora viene la parte como dirían los brasileiros, gostosa. En la calle Belem, está la Pastelaria Belem. Me habían hablado de los pasteles de nata de este emblemático lugar, si no has comido un pastel de este lugar, no has comido ninguno nunca. Dos para comer, recién hechos, un poquito de canela y otro poquito de azúcar glasé. Lo tomo, está calentito, y el hojaldre del exterior crujiente. Lo olfateo, un olor a vainilla y canela me hacen olvidarme del oído y la vista y me elevan a las nubes. Lo muerdo… orgasmo… si se viene a Lisboa, en mi opinión, hay que tomarse un pastel de nata de Pastelaria Belem, si no, no se conoce Lisboa. São os melhores pasteis que provei, de comer e chorar por mais.